A petición de unas familias de
ascendencia española que se habían establecido al nororiente del Valle de
Cerinza en 1751, Monseñor Pedro Felipe Azua, arzobispo de Bogotá, crea la
Vice-parroquia de Ntra Sra. De Belén de Cerinza, que dependía directamente de
la Parroquia de Santa Rosa de Viterbo, siendo su primer vicario el Padre Juan
Francisco de Castro. El 07 de mayo de 1761, el arzobispo de Santa Fe la elevó a
la dignidad de Parroquia con el nombre de “PARROQUIA DE NUESTRA SEÑORA DE BELÉN Y DEL SEÑOR SAN JOSÉ”. Entonces, construyeron
un primer templo, que fue reconstruido posteriormente, pues el arzobispo
Vicente Arbeláez, en la vista pastoral del 9 de octubre de 1878, consideró que
era mejor hacerlo más grande para que ningún feligrés quedara por fuera.
En 1888, el Sacerdote Miguel Suárez,
párroco de Belén, propuso a la comunidad católica la reconstrucción del templo
y, con gran entusiasmo y colaboración,
fueron llegando fondos para esta obra. Entre 1890 y 1900, se construcción la
fachada. Durante la guerra de los mil días, debido a la muerte del P. Suárez y
las acciones violentas, los trabajos se suspendieron.
En 1912, siendo Párroco el Dr.
Campo Elías Zambrano y bajo la dirección del arquitecto Ignacio Forero, se
reiniciaron las obras y, en 1927, quedaron terminadas las tres naves. El P. José
Tobías Olivos elevó los techos, proporcionando así mayor luminosidad. Durante la
década de 1930, el P. Efraín Rosas y el P. Cándido Quintero se dieron a la
tarea de terminar las naves y capillas laterales y, el Jueves Santo de 1938, quedó
la obra totalmente terminada. El 25 de octubre de 1938, Monseñor Crisanto Luque
Sánchez consagra solemnemente el altar y muros del templo. Las dos majestuosas
torres fueron obra del padre Cándido Quintero y el arquitecto Buscaglioni,
quienes concluyeron la obra en diciembre de 1940.
En 1988, para conmemorar el
centenario de la iniciación del nuevo templo, el Padre Jesús Caicedo Segura y
sus trabajadores tallaron la piedra de la mesa del altar de acuerdo con las
nuevas normas litúrgicas.
Con el paso de los años, el
templo se fue deteriorando, a tal punto que el techo ya era un peligro para la
seguridad de los fieles. En el año 2000, fue designado como párroco el Padre
Luis Hipólito Merchán Becerra, quien, con su entrega, audacia y entusiasmo, se
dio a la tarea de iniciar el gran proyecto de restaurarlo. Poco a poco, y con
sacrificios, desvelos y dificultades, pudo ver así realizado su sueño: se creó
el templo más lindo de Colombia. En la actualidad, las personas que visitan nuestro
templo lo catalogan como “Capilla Sixtina boyacense”